Cualquiera
puede escribir poesía.
Cargar el
arma, llevarla a pecho.
En pose de:
“preparen; apunten, fuego”!
Y soltar el
llanto de un disparo a quema ropa.
Algunos
somos asesinos de presagios,
Posiblemente,
alguien nos llame desterrados.
Odiamos por
naturaleza cotidiana
El olor
putrefacto del papel en blanco.
Inicia el
texto buscando una palabra muda.
Una víctima
inocente de la visceral fortuna.
Una frase
licenciosa que resguarde la cordura.
Un suicidio
voluntario, que termine la tortura.
Y la mano
que sostiene el arma inmunda.
Tiene miedo
a sus instintos, al poder de su osadía.
A una letra
que no llene, la verdad de su apatía.
O un pecado
literario, que lo lleve a la ignominia.
Pobrecito
del poeta cual soldado de miseria.
En la
guerra de los ciegos, con su arma de juguete.
Suelta el
llanto como niño destetado por su madre.
Tiene miedo
de matar con su lápiz el milagro.
Baldra
Torres
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